En mayo celebramos el cumple de nuestra Elena. La princesa de la casa se merecía una celebración a la altura de su título, y que mejor que esta tarta de dos pisos, con castillo, corona y estrellas de galleta. Una tarta de ensueño que por una vez la dejó sin habla.
La tarta/castillo estaba donde debía, en lo alto de una atalaya desde donde podía dominar los depósitos de chuches, estratégicamente situados sobre la mesa candy (o candybar) para hacer las delicias de los invitados una vez terminada la merienda. Todo a gusto de la princesita, todo en rosa.
Y en esta estábamos cuando vino el desastre. Uno de los invitados, al que queremos mucho y no guardamos rencor, decidió desplazar la mesa, falló una de las partas y toda la candybar se despeñó por el precipicio.... No se pudo salvar casi nada.
Solución: una nueva tarta en 20 minutos. Que dada la premura de tiempo, los nervios y las prisas, no quedó nada, pero que nada mal.... Bueno, si lo otro era el palacio real, esta sería la residencia de verano.
Lo mejor de todo: la entereza de la peque, que se quedó muda (si, otra vez) pero no soltó ni una lágrima, y el apoyo de su hermano mayor, que se portó como un campeón, consolándola. Después de todo con el accidente nos divertimos un rato, ¡Y ya tenemos anécdota para recordar en años!.....En especial al primo Antonio (desde aquí un abrazo).
La fiesta tuvo su prolongación en la guardería. Una tarta para compartir y una bandeja de galletas decoradas para llevar de recuerdo a casa, recordando los años cumplidos: rosa para las chicas y azul para los chicos, como bien nos recuerda siempre Elena. Porque tres años solo se cumplen una vez....